Tenía soldados en sus
manos capturando el
tacto, batallaba sus
poros.
Era lo efímero, la
guerra con su cuerpo,
el sentir desavenencias si
tiempo secuestraba.
Mi Bagdad entre unas
piernas decomisándole noches,
tardes y perdiendo aviones,
era un cruce.
Segundos apresaba
rescatando así deseos, la
base del sistema sujeto a
notas en labios.
Se desprendió en los
brazos, era la balada
nunca para él concedida.
Le hablaba de cárceles
hechas papel, pocos
comprendían el reclamo
de lo suyo.
Madrugadas secuestran
arremetidas pasivas de
una mirada indicando el
semáforo del hecho.
Se cobró el tiempo
biengastándolo con perfecta,
así la llamó en la última gota
de lluvia.
Ser rehenes para acabar por querer lo que en el júbilo no quisieron.
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