Nos hicimos unas cervezas en el balcón de tu piel nívea, haciendo desfilar hilaridades de verbos y construcciones mentales que la lengua serpenteaba hasta dos núcleos de tormentos. Podía oír gritar tus demonios y después verlos danzando entre los míos, mudando el lenguaje hacia una orgía de sentimientos muertos. Los niños hambrientos de mis ojos dejarán de estar esqueléticos si sigues hablando de Pavesse, Pizarnik e Iván Ferreiro junto a esa marabunta de tabaco ahumado con sinceridad entre la carne de tu boca. Que quien charla de hipersensibilidad con un mundo interior grotesco, casi tenebroso y comparte vicios abre la Caja de Pandora, puedo dejar leer el braille de la piel, lo que esconde esta frente, algo que no hayas visto en otros ojos castaños. Sigue distanciando tu materia de todo lo existente banalizando cualquier otro cuerpo.
Buscadme en mundo del limbo y el arte, en el abrazo y el reinicio.