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Mostrando entradas de marzo, 2015

Cer.

Este ataúd de zombies es metálico, torpe y lento. Primera calle a la derecha, todo recto entre las flores que el tiempo ha ido marchitando, en lo bares chocan las primeras tazas con el café del obrero. Debería mover las piernas y bajar,   pero necesito ir al final del trayecto, hago el trasbordo y  semáforos,  me dejo querer por tres colores. Avanzo entre adoquines de pueblo dormitorio,  entre pasos de cebra mal pintados y turbios,  por el portal subo restos de borrachera, sol propio de las 9 am y encanto que he ido perdiendo en la ciudad,  más bien en la puerta del Kafka donde hablabas de la vida y de no poder amar. Buenos días  felpudo, hola cerradura vieja, las llaves deberían estar en el agujero izquierdo pero puede que las cambiara de sitio,  en la chaqueta, están en el bolsillo interno, al lado de la droga. Otro ciego más que llevo a la cama, debería ser una chica de mi edad, aunque   en comparación  el frío es el mism

Martie.

Me dejas y un siglo después vuelven a nacer tortugas en las Galápagos, al mundo le ha crecido un nuevo vientre mientras tú te largas. -¿que nos han hecho?- le pregunté a la niña que bailaba en la cuerda, girando la peonza del olvido. Te recuerdo feliz en la biblioteca de Praga, en el Prado mientras Saturno devoraba a sus hijos. Estás poniendo mi anillo de compromiso en el futuro de otro, me obligas a viajar de cuerpo en cuerpo como arena del Sahara hacia el Amazonas a soñar con buses gratis a tu barrio. Oigo la tos del moribundo, los tres disparos a Kennedy, hablo de la muerte que nadie quiere, la que traes y se acerca a llamaradas. En la cuneta lloro el olvido, silbo canciones a las calles de febrero, a la humedad del retrato muerto, pinto señales de tráfico para cambiar la dirección de mi vida. Los domingos fabrico nidos de nostalgia en los astilleros del invierno más frío que pasa por mis manos. Me siento un