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Mostrando entradas de mayo, 2015

El tejado.

Se ha sentado alguien en el bus, con un olor parecido al que desprendes. Está acercando a mis labios otra vez, el recuerdo de los tuyos, como si la noche no hubiera sido suficiente en mi tiempo para soñar con ellos. Una nueva semana me da los buenos días de esta manera, trayéndote entre sol de finales de mayo y bostezos de lunes. No sé dejar de pensar en la conexión anidada en nuestros pechos, no entiendo todavía el mundo que me has abierto, debería cogerlo, abrigarlo entre   las manos, caminar desnudo por él, bordear toda su magnitud como cuando recorro con la punta de la lengua la costa de tus comisuras. Es criminal el desalojo de nuestra bocas, cuando me llenas los ojos de niños con hambre, la carne de despedida en polígonos y tráfico, es criminal el desalojo de nuestras bocas, cuando caminas hacia el metro y yo me hundo en la ciudad donde puedo vaciar todo de lo que me has llenado las pupilas. Me devuelves al

Debussy.

Pont de Fusta bajo las ruedas de una bici, éramos desconocidos con trozos de metal entre las piernas y  lluvia artificial en esos pómulos. Tu vestido condensaba el calor y la humedad de Valencia, paseamos vidas bohemias haciendo geometría por el Carmen, con la única línea de magia que perdías por los dedos cuando llevabas el humo de tus manos a mi boca sucia. Fuimos los amantes del Turia entre calles adoquinadas, recuerdos lejanos de un girasol en tu cesta, la redención de mis ojeras, fuimos bandas sonoras de Pego sobre oídos de Guiris, otro mal sueño curado a duras piernas. Te quise por dos tardes hasta verlo todo: en el café de tus ojos, en las galletas por la mañana, en la cadencia de orgasmos que dictaban universos paralelos a orillas de tus pecas. Debo soñar la mentira, anidar el manto de recuerdos, rememorar solo los gemidos, encontrarla en otro invierno similar al que no hemos vivido. Porque eres la ingravidez del