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El tejado.







Se ha sentado alguien en el bus,
con un olor parecido al que desprendes.

Está acercando a mis labios otra vez,
el recuerdo de los tuyos,
como si la noche no hubiera sido suficiente
en mi tiempo para soñar con ellos.

Una nueva semana me da los buenos días
de esta manera,
trayéndote entre sol de finales de mayo
y bostezos de lunes.

No sé dejar de pensar en la conexión anidada
en nuestros pechos,
no entiendo todavía el mundo que me has abierto,
debería cogerlo, abrigarlo entre las manos,
caminar desnudo por él, bordear toda su magnitud
como cuando recorro con la punta de la lengua
la costa de tus comisuras.

Es criminal el desalojo de nuestra bocas,
cuando me llenas los ojos de niños con hambre,
la carne de despedida en polígonos y tráfico,

es criminal el desalojo de nuestras bocas,
cuando caminas hacia el metro y
yo me hundo en la ciudad
donde puedo vaciar todo
de lo que me has llenado las pupilas.

Me devuelves al contexto del que he huido,
me llenas el mundo interior de mendigos,
por ello vuelo a casa con flechas en el pecho
y elefantes en la camisa.



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