Estoy creando un mapa de cosmografía propia entre luces y vértigo que actúan en el teatro de los sueños. Existe un poeta donde no existe la vida. Existe un mantra de protección y alabanza del pecado en todas las tradiciones. Soy el espíritu libre e innato que escapa de la materia, el tiempo llegando en forma de acertijo y desconocimiento, rodeado de libélulas con la intención de inspeccionar la ignorancia. Conozco el enigma de Hitler, sé salir del Reina Sofía con Dalí a las espaldas, con Miró y sus secuelas, sé cómo salir del cascarón pisando museos. Estoy creando un mapa de cosmografía propia, le repito al antropoide. Reitero las ideas salidas por esas bocas muertas, mudas e inertes. Un intento de salvar al mundo, como una proclama que intenta ser, pero que no nace. Soy el aullido al amor desde el cristal lleno de preguntas, la frustración del artista que ha olvidado la rima in
Voces de Ucrania han devuelto el poema, mis manos siguen custodiando de él. Sigo cuidando de Mario, aprendiendo a comprender que las sirenas también pueden andar descalzas por la ciudad. Desde el cosmódromo en la arena busqué el manual para ser niño, mientras pienso que los que existen no están en las redes sociales. Mientras cumplo el trabajo que nadie quiere realizar. La voluntad del poeta la perdí en sol de mayo, como una enfermedad silenciosa en aquellas pupilas. Vuelvo a ver piedras besando flores, hablo de vida real intuyendo tiempos de lápida y ramos. Vuelvo con suavidad en la boca y en la piel, suficiente como para hacer resbalar al mundo entre ella. Veo en mí brillar la dermis del ébano cuando la moda es un absurdo innecesario, veo aquí un santo entre los bosques, la cirrosis que mató a Kerouac, lenguaje y estructura de abejas mientras confecciono un fragmento escrito al que llamo, "Jalea&qu