Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de julio, 2014

Vicky Cristina Barcelona.

¿Y si acercas tu mano a la mía?  Le hacía esa pregunta mil y una veces a la muerte. Podrías dejar que mis yemas se hicieran con tu pelo, con tu triangulo entre las piernas. Hablaría con tus muslos sobre los miedos que me suscitan, le contaría a tu nuca que  no me puedo distanciar. Le diría a tu vello púbico que lo sigo  queriendo en mi boca cada noche de tormenta. Te pediría que tus pasos sigan yendo por el camino de mi perdición y tú aún así vendrías. Vendería las joyas que no tengo para completar el círculo que nos separa, cada vez más pequeño. Desahuciaría cualquier cadáver de mi mente para poder soñar solo contigo y cuidarte los miedos. Pero está todo tan árido y desértico que ni teniendo todo eso podríamos seguir mintiéndonos. Fuiste tú quien decidió no subirse al tren y ahorrarte golpes, porque era la zona segura. Yo lo cogí y me estrellé contra todos los errores. Un barrio tranquilo habrían sido las palmas de tus ma

Tranquila reina.

Cógeme porque el viento ya no me sujeta y la barra del bar ya no aguanta mis penas. Cógeme porque sigo cayendo en el desatino de mis errores aunque cumpla tus deseos. Cógeme porque las mañanas me escupen a la calle cuando aún están descompuestas. Cógeme porque algún día seré cadáver y ya no me querrás como hasta ahora, ya no serviré para tu cama. Suéltame si algún precipicio quiere mi cuerpo, hazlo si algún nicho me tiene más cariño que el resto. https://www.youtube.com/watch?v=Fiqc-f71SMQ Ya no te recito mis poemas, creo que te suda tanto la polla como a mí hacerlo.

Éxodo.

Pongo mierda de por medio para que no vuelva a infectarme su olor, me  hacías humano. No opinéis si no sabéis que su voz se escuchaba más dulce cuando te  susurra un orgasmo al oído. O cuando el ruido de sus tacones  parecía el mejor de los jazzs por el  salón de casa. Le gustaba pintarme: labios, mejillas y polla con el rojo de los suyos, con su pasión maldita. Me miraba a oscuras y yo la sentía, dentro, abriendo mis costillas una a una para hacerse un hueco. Y no dolía, el "dolor", un placer si era con ella y su saliva por cualquier parte del cuerpo. No sé que nombre ponerle a su ausencia, no sé como matarme por haberla metido en este abismo. Quizá lo llame éxodo y haga un poema  o puede que sólo llore dislocado por ver  en lo que la he convertido. De todas formas  no estará y la boca me dolerá a abandono, la cama olerá a sábanas sin ella. Cada noche siento un éxodo y me apalizan mil pes