Me dejas y un siglo después
vuelven a nacer tortugas en
las Galápagos,
al mundo le ha crecido un
nuevo vientre
mientras tú te largas.
-¿que nos han hecho?- le
pregunté
a la niña que bailaba en la
cuerda,
girando la peonza del olvido.
Te recuerdo feliz en
la biblioteca
de Praga, en el Prado
mientras Saturno
devoraba a sus hijos.
Estás poniendo mi anillo de
compromiso
en el futuro de otro,
me obligas a viajar de
cuerpo en cuerpo
como arena del Sahara hacia
el Amazonas
a soñar con buses gratis a
tu barrio.
Oigo la tos del moribundo,
los tres disparos a
Kennedy,
hablo de la muerte que
nadie quiere,
la que traes y se acerca a
llamaradas.
En la cuneta lloro el
olvido,
silbo canciones a las
calles de febrero,
a la humedad del retrato
muerto,
pinto señales de tráfico
para cambiar
la dirección de mi vida.
Los domingos fabrico nidos
de nostalgia
en los astilleros del
invierno más frío
que pasa por mis manos.
Me siento un Panero, porque
de existir dios
ni si quiera sabría qué
hacer con este renglón
torcido, cuando toda lágrima
es poesía
envejecida en versos
fúnebres para un mundo
sin consuelo.
Tú que decides:
cuando se abrirá paso el
viento,
cuando mi parte baja podrá
oler a la tuya,
cuando volverá Bagdad entre
sábanas,
tú que decides,
te alejarás en coche y las
semanas
serán muertes súbitas,
resaca, vacío y domingos
volviendo a abrir libros
porque ya no podre
leer la novela entre tus
piernas.
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