Puse a hacer la calle a lo que sentía, le dije que no me devuelva a lo que era. Déjame tranquilo, sonó fuerte, en el caer las banderas de reconciliaciones. Esas verdades sonaron como graves en el eco de las palabras para ti, siendo la misericordia del aire que respiras. Dejemos la inercia para la gravedad, separémonos en distintos, huyamos de lo poco que tuvimos real sin saber lo que sentíamos.
Era lo absoluto del verso, lo desteñido de nosotros, el poema del tedio y el poeta sin arresto.
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