La he visto romper mis madrugadas
con su imagen en mis retinas,
sabe callarte con un guiño de sus piernas.
Siempre está ahí como el septiembre en
verano marcando la diferencia,
el cambio de estado.
Tiene un mundo entre sus manos y
un sentimiento que no cabe en ningunos
labios.
Como la gloria que mueve el mundo,
una taquicardia del interior de la tierra
estremeciendo hasta al más fuerte.
Coqueta como cualquiera de las 365 lunas y
espléndida hasta en el peor de los infiernos.
20 de mayo.
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