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Fuego en las manos.



(Foto de Beatriz R.C.)


Seguir esperando la inesperada
calma con el cuerdo desajuste de 
las ávidas visiones, mundos cayendo
a plomo.

Fusilando la belleza con los
gestos propios de la naturaleza
siendo más artificiales y superfluos 
que nunca.

Es el temor actuando de principal
egoísta en la carrera por el primer
puesto en la mediocridad de las
cosas, de la gente hecha pedazos.

Se fraguan las cábalas en mentes
que desdeñan lo que quieren ser
pero no les alcanza el sueño ni en los 
bolsillos, el peso de la losa.

El día cayendo por el sudor del
cielo, ardiendo por soles vacíos
consecuentes de la noche para
ninguna, para ella toda.

Es desasistir a los sentimientos en la
lucha de buscar lo que nunca se ha
buscado para ser satisfacción
aunque solo valga unos segundos,

El verso se me va de las manos y se
arrancan los escépticos de la poesía 
contemporánea mejor hecha
hasta este conjunto.

Vivir de sinónimos, ser prójimos a las
peores vergüenzas, el trastocar nuestro
París por romper pactos en vena.

Lo que no pasaré contigo, todo lo
que ya no entra por la puerta del
desastre, barreras como contención
ante las desavenencia.

Desnúdate en el papel, ráscate las penas que así aprendes más rápido, doliéndonos hasta el nombres nos hicimos de obsidiana










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