Me preguntaba porqué me sujetaba
tan fuerte si el presente nos quedaba
demasiado grande, todo para ellos
sin nosotros.
La desgracia se hizo autónoma para
fabricar sus propias ilusiones, caer en
lo improductivo del sentir.
Se desbocaron las puñaladas a
medio camino, es matar la poca
circunstancia que convertimos en
un momento.
Despedidas en la terminal no acabada,
hallando las pausas que no supo darme
la vida, mi cruz de los desastres.
Cada noche se tatúan páginas y
queda el desvelado encuentro de
buscarse a uno entre varios papeles.
El amor y las bolsas de compra que
todavía no compartimos, todo a media
asta. A expensas de la vida.
Hablarle a las verdades y recitarle un
poema de Salinas a la mentira, con la
saliva del que sabe lo que se hace.
El miedo a la inercia sí me desuno
del ambos, el eco como respuestas a
las preguntas no hechas.
Así se resumen los silencios que
tuvimos, en decirte por aquí lo que
derrama el tintero.
La sangre y la lefa son los restos de lo que nos queda en el encuentro.
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