La esperanza colgaba del
hilo del suicidio, páginas en
vela.
Rotos por la mella de los
desacuerdos, era lo difícil
del compartir.
Los labios fríos, ratos trémulos
con lagrimas helando pómulos
de un rostro.
Lo desencajado del gesto, todo
apagado tras la chimenea de
sabores por la piel.
Esconder las tijeras para hacernos
más daño, el consuelo acaba
en lo que nos queda.
Nos arrancamos lo poco que
tenemos para dejar en pedazos
lo que podríamos ser.
La herramienta perfecta en nuestras
manos, la técnica oportuna pero torpes
entre desechos.
Los trenes seguiran pasando y la mirada párvula,
hoy es necesario destrozarse los
nudillos en esta hojas.
Nos resucitará cualquiera de los impulsos porqué aprendimos a querernos por los ojos.
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