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15 de junio.


Este ataúd de zombies es metálico, torpe y lento.

Primera calle a la derecha, todo recto entre las flores
que el tiempo ha ido marchitando.
Suena música de rave en mi echarte de menos, 
en los bares chocan las primeras tazas con el café del obrero.


Debería mover las piernas y bajar, pero quiero llegar 
al final del trayecto.
Hago el trasbordo, 
los semáforos me quieren y me dejo querer por tres colores.

Vuelvo a casa

Que ya he dejado horas de lágrimas y sollozos en las calles,
abrazándome a las tapias de Valencia en cada borrachera.

Echo de menos a gente, 
porque el tifón de mis actos se ha llevado todo por delante.
Echo de menos a gente,
que el trabajo y Castellón me han alejado.

Mis rodillas en la palma de tu mano, 
me muestran desnudo al mundo que sigue mintiendo,
porque el cielo también tiene telarañas.

Que alguien le explique a mi madre esta tristeza
que no me abandona,  que los ojos están cansados 
de empujar a precipicios restos de mi pena.


Vuelvo a casa con el rocío de la mano,
siendo la punta del mástil en el naufragio,
como el amor puro en una esfera incorrecta,

soy mi propio náufrago.


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